Las prácticas artísticas con enfoque interdisciplinar en educación escolar resultan fundamentales para la comprensión de la biodiversidad y las ciencias, además de fomentar el desarrollo cognitivo de las niñas, niños y jóvenes. No sólo eso, son también un estímulo para la construcción de procesos de cohesión social, que contribuyen a la transformación de hábitos y comportamientos, en pro de la conservación y el cuidado del medio ambiente.
Fran Veas* Este artículo se trabajó junto a periodistas, científicas y científicos de diversas disciplinas en el marco del Taller Malón de CHC.
Existe una suerte de comunión entre lo intelectual y emocional. Así como lo señaló el profesor, psicólogo y precursor de educación artística Viktor Lowenfeld, “la educación artística puede proporcionar la oportunidad para incrementar la capacidad de acción, la experiencia, la redefinición y la estabilidad que son imprescindibles en una sociedad llena de cambios, tensiones e incertidumbres”.
Hoy, convivimos más conscientes que nunca con esta incertidumbre. Nos tensiona, nos encierra con nuestras ilusiones y miedos. Provoca que hasta lo cotidiano se nos presente de manera inestable, pero también nos impulsa a buscar e inventar nuevas formas de expresarnos y, sobre todo, de dar sentido a lo que hacemos.
Nuestras habitaciones, los rincones, la luz y los elementos que nos rodean, como las plantas, las cortinas, y la cocina tomaron un nuevo significado cuando re-observamos nuestro entorno. Desde una perspectiva educativa, durante la pandemia la imaginación y creación artística habitaron estos espacios: experiencias con elementos cotidianos y al alcance de la mano bastaron para explicar el mundo de afuera, especialmente en el caso de las niñas y niños.
En particular, en la etapa infantil, la concepción y valoración del mundo dependen de la interpretación de los estímulos externos, los que serán concretados y entendidos mediante un lenguaje propio del niño o niña, a través del cual expresará su sentir frente al medio. En este sentido, el lenguaje del arte les permite aproximarse al mundo, definiendo gran parte de su vida y de sus acciones futuras.
Y es que tras la educación artística se encuentra el desarrollo interdisciplinario, se da relevancia a la comprensión de la realidad desde diversos ámbitos del conocimiento y, sobre todo, desde lo que significa el observar y ser observador de nuestro entorno. El profesor de historia del arte de la Universidad de Columbia, Jonathan Crary, describe la acción de observar cómo “«conformar la acción propia, cumplir con», como al observar reglas, códigos, regulaciones y prácticas. Aunque se trate obviamente de alguien que ve, un observador es, sobre todo, alguien que ve dentro de un conjunto determinado de posibilidades, que se halla inscrito en un sistema de convenciones y limitaciones”.
Es posible desarrollar en la niña/o, joven, una concepción de realidad(es) que surgen en base a una experiencia cognitiva-observadora del entorno que les permite, desde cualquier ámbito, crear un nuevo lenguaje involucrando otras ramas del conocimiento. Como identificar formas geométricas al observar un panal de abejas, observar tipos de ángulos en la arquitectura y crecimiento de las ramas de los árboles y a su vez, reconocer especies de los mismos, el vuelo de las aves y su ritmo, dibujar con las estrellas las constelaciones por la noche.
Según la profesora e investigadora de la Harvard Graduate School of Education, Verónica Boix Mansilla “los estudiantes demuestran comprensión interdisciplinaria cuando integran conocimientos y modos de pensar de dos o más disciplinas para crear productos, solucionar problemas y ofrecer las explicaciones del mundo que los rodea.”
Este enfoque interdisciplinario a través de la educación artística, si bien va de la mano de los diversos imaginarios posibles que el arte permite, va fuertemente asociado a la potente saturación de imágenes en la cual estamos inmersos de manera profunda, pero también superficial (producto de la pandemia, el encierro, y la virtualidad). Con las nuevas tecnologías apenas rozamos la superficialidad de la otredad y perdemos la noción de la tridimensionalidad de lo que observamos. ¿Cuáles eran las expresiones faciales de mi compañera de curso? ¿cómo era su voz sin la vibración y el sonido de la virtualidad? ¿qué está pasando bajo la línea del cuello que no vemos?
Por un lado, las imágenes nos dan acceso a información que no siempre tenemos a mano, así podemos dibujar y estudiar un coleóptero del desierto de Atacama, pero olvidamos explorar los que existen en el parque más cercano. Podemos reconocer el pelaje de un animal, pero desconocemos su textura bajo el sentido del tacto. También con la corteza de un árbol, la vemos, pero no sabemos cómo huele, si es áspera o lisa, etc.
Citando a Jonathan Gray, en su libro; Las técnicas del observador, visión y modernidad en el s XIX,” La mayor parte de las funciones históricamente importantes del ojo humano están siendo suplantadas por prácticas en las que las imágenes visuales ya no remiten en absoluto a la posición del observador en un mundo «real», percibido ópticamente. Si puede decirse que estas imágenes remiten a algo, es a millones de bits de datos matemáticos electrónicos. La visualidad se situará, cada vez más, en un terreno cibernético y electromagnético en el que los elementos visuales abstractos y los lingüísticos coinciden y son consumidos, puestos en circulación e intercambiados globalmente.”
La transformación histórica que, como observadores, hemos ido sosteniendo toma un nuevo significado, sobre todo en estos días en que el mundo virtual es parte obligada de nuestro cotidiano -y seguramente lo seguirá siendo por un largo tiempo- complejizando (o alejando) nuestras miradas del mundo que nos rodea.
¿Cómo nos devolvemos entonces a observar la naturaleza luego de los tiempos que estamos viviendo? ¿Cómo potenciamos la comprensión y valorización de la biodiversidad a partir de prácticas artísticas interdisciplinarias, sin que se transforme la imagen virtual en un placebo de la naturaleza, sino que en un vínculo que nos devuelva a observar nuestro entorno natural con significado y pertenencia?
Será importante entonces darle “sentido” a nuestros sentidos, a pesar de la virtualidad, para no desconectarnos de la naturaleza y recordar que vivimos en comunidad entre un sinfín de disciplinas que necesitan vincularse para evolucionar.
* Ilustradora científica con base en la región de Valparaíso. Colaboro
con diversos científicos y con mayor presencia en el Centro
Interdisciplinario de Estudios de Territorios Litorales y Rurales (CIET
-LR). Una vez, en una cita, me desgarré la pierna bailando, fue hermoso.
Mi lado emocional no supo manejar en twitter, me quedo con
Instagram @franveasiluciencia.
Citas.
- Viktor Lowenfeld. Desarrollo de la capacidad creadora I y II, Buenos Aires 1961 Kapelusz.
- Jonathan Crary, “Las técnicas del observador, visión y modernidad en el s XIX”. Cendeac 2008
- Boix Mansilla, Verónica. Enfoque Interdisciplinario, Programa de los Años Intermedios (seminario.) Instituto Ballester, Buenos Aires, Argentina. 21 y 22 de septiembre de 2007.
- Jonathan Crary, las técnicas del observador, visión y modernidad en el s. XIX. Cendeac 2008.