Cuando el humor nos une en el descontento

El humor ha cumplido un rol tanto en el estallido social como en el proceso constituyente, sobre todo por lo aceptable y unificador que es tener prejuicios hacia la clase política. Sin embargo, su uso también puede dividir y polarizar, dificultando puntos de encuentro.

Andrés Mendiburo*. Este artículo se trabajó junto a periodistas, científicas y científicos de diversas disciplinas en el marco del Taller Malón de CHC.

El estallido social estuvo precedido de malos chistes. El 7 de octubre de 2019, el entonces ministro de economía Juan Andrés Fontaine hizo referencia a las ventajas de madrugar para pagar menos en el transporte público. Al día siguiente, en un arranque creativo que resultaría poco conveniente y a propósito de la nula variación del IPC, el ministro de hacienda Felipe Larraín invitó a los románticos a comprar flores porque habían bajado un 3,7%. Como el chiste no cayó bien, el exministro declaró al día siguiente que “en Chile algunas personas han perdido el humor”.  Sin embargo, los memes y chistes respecto a estas declaraciones mostraron que el ministro se había equivocado y que algo grande se estaba gestando en la sociedad chilena.  

El humor es un vehículo de motores sociales profundos; logra tomarlos y transportarlos a otras personas, generando cohesión y dando la fuerza para botar muros. Si bien el humor no causó el estallido social, comunicó de manera importante que la gente no estaba contenta. Desde las ciencias sociales se dice que el humor tiene la posibilidad de atacar a figuras, favorecer el control social, diferenciar a grupos y, en general, expresar ideas que de otra manera serían problemáticas. En este sentido, comunicarse a través del humor podría ser una forma de mecanismo de defensa social, una herramienta para que los que no tienen poder puedan atacar a los que sí lo tienen.

El humor agresivo (el sarcasmo, la ironía o la sátira, por ejemplo) es probablemente una de las manifestaciones más claras de lo anterior. En un estudio que hicimos con muestras de 26 países [1], vimos que el uso del humor agresivo era mayor en culturas donde se valora más a la persona individual y donde el respeto por las figuras de autoridad no es un valor esencial.

¿Recuerdan a Edo Caroe en el festival de Viña del Mar? Ese año (2016) la presentación del comediante causó gran revuelo, sobre todo por el ataque sin filtro a los políticos, que causó que se escribieran cartas a periódicos, que se pronunciara el Gobierno y que incluso se considerara que afectó la aprobación de la entonces presidenta Michelle Bachelet [2]. Sin embargo, nada de eso detuvo que la crítica política y social arremetiera cada vez más fuerte en las rutinas humorísticas de los años siguientes. 

La evidencia sobre el impacto del humor político en la percepción de las personas es variable, y para estudiarla hicimos un experimento [3] usando la citada rutina de Caroe como estímulo, además de otra del mismo humorista, pero sin contenido político y un video de análisis político de Tomás Mosciatti. Lo que vimos fue que las personas que vieron el humor agresivo contra políticos bajaron sus niveles de confianza en ellos inmediatamente, pero una semana después el efecto desapareció. Eso es parecido a otros estudios que analizaron la sátira de Tina Fey a Sarah Palin en Saturday Night Live y que concluyeron que sí pudo haber afectado las actitudes hacia ella. 

En general se ha visto que el uso del humor disminuye el deseo por contraargumentar un mensaje, por lo que, si se nos dice algo de manera cómica, es más probable que aceptemos el argumento sin pelear mucho. Esto es especialmente relevante si consideramos que existe evidencia de que la gente se informa cada vez más sobre política a través de medios informales, y quienes tienen bajo interés en política se informan mejor a través de contenidos humorísticos [4]. A su vez, ver programas televisivos de este tipo puede aumentar la sensación de eficacia, haciendo que las personas se sientan más capaces de entender el mundo de la política [5]. En nuestro estudio vimos que el procesamiento de la información fue igualmente atento y consciente en el caso del humor político y la información política seria. Vale decir, el contenido se procesaba de la misma manera, pero el humor, además, hizo más agradable y fácil digerirlo.

¿Causó entonces Edo Caroe que las personas bajaran su confianza en los políticos? Probablemente no, pero sin duda su rutina fue una canalización y amplificador de un sentir social. A través de su rutina y las rutinas de muchos otros y otras comediantes (además de tantas viñetas cómicas, programas de televisión, contenidos de internet, memes, etc.) la gente tuvo acceso fácil al descontento compartido. 

Además de ayudar a “generar ambiente” previo al 18 de octubre, el humor sirvió también durante las manifestaciones a los mismos fines descritos antes. Hay muchos registros con carteles graciosos en las marchas, muchos de los cuales tenían en común la burla e ironía hacia los políticos. En gran medida, reírse de ello fue una manera de generar cohesión entre las personas. 

¡Esos locos políticos!

En un estudio publicado 2019 [6], junto Thomas E. Ford preguntamos a una muestra de chilenos qué tan de acuerdo estaban con reírse de algunos grupos sociales. Para ello nos basamos en la teoría de la ventana normativa, que plantea que los prejuicios hacia los grupos sociales varían en un continuo de aceptabilidad que se puede dividir en tres partes. La primera (“región de prejuicio justificado”) reúne a los grupos que la sociedad ha determinado que está bien manifestar prejuicios negativos. La segunda (“región de prejuicio injustificado”) son grupos hacia los cuales nadie “decente” manifestaría algo negativo. Finalmente, la tercera (“región de ambigüedad normativa”), considera a los grupos en que no existe claridad sobre mantener prejuicios: a veces está bien y a veces está mal. De acuerdo con nuestros resultados, los políticos son un grupo que está en la región de prejuicio justificado, haciendo que “esté bien” reírse de ellos. 

Pareciera entonces que la clase política es algo así como un “enemigo común”, y hacer chistes sobre ellos nos une. Sin embargo, a propósito del plebiscito y de las posturas a favor de las dos opciones (“apruebo” y “rechazo”) el humor agresivo apareció para marcar diferencias.

Mi polo negativo es tu polo positivo: el riesgo de la polarización

En un estudio correlacional que hicimos con Sonja Heintz [7] reportamos algunos resultados de una encuesta hecha en Chile. Si bien este resultado no se informó en el artículo, la correlación entre la posición política y el acuerdo con burlarse de otros mostró que las personas de derecha están más dispuestas a reírse de la gente de izquierda, feministas, pueblos originarios o minorías sexuales, mientras que las personas de izquierda lo están en el caso de personas de derecha, personas religiosas o políticos. 

El uso del humor para referirnos a los demás y qué tan correcto lo consideramos, está relacionado con algunas definiciones que hacemos de nosotros mismos. En el caso de nuestra posición política, ella también define en parte nuestra identidad, y se liga a nuestras emociones y a nuestra autoestima, tal como plantea la teoría de la identidad social de Henry Tajfel y sus derivadas. En un experimento hecho en EEUU [8], el supervisor de un trabajo ficticio contaba a personas de pensamiento conservador o liberal chistes que atacaban a alguno de los dos grupos. Lo que se vio fue que cuando el chiste atacaba al grupo político al cual la persona pertenecía, ésta se sentía más excluida, discriminada y menos capaz para hacer el trabajo. No sería sorpresa, entonces, que personas que se sienten ridiculizadas por un chiste vean atacada su identidad, se enojen, polaricen y extremen sus posiciones.

Podemos afirmar que el humor fue uno de los vehículos utilizados para expresar descontento con el sistema político, económico y social. A través de él se manifestó un sentir sobre muchas cosas que molestaban colectivamente (por ejemplo, las pensiones, el lugar que ocupa la mujer en la sociedad, el trato que damos a los niños) antes del 18 de octubre y luego en todo el proceso de manifestación que llevó al plebiscito por una nueva constitución. Ese humor estuvo enfocado en atacar a la clase política y, en general, a todos los que tuvieran una condición de poder y privilegio. Sin embargo, y justamente a propósito de las campañas por el plebiscito, apareció también el humor para remarcar diferencias entre posturas, probablemente contribuyendo a cierta polarización. 

Una marcha cualquiera en las calles de Chile.

Es imposible que no haya humor ni que éste no manifieste agresión en circunstancias como las actuales. Sin embargo, y dada la evidencia revisada, es necesario cuidar las heridas que generamos en los demás cuando estamos en medio de un proceso constituyente

No sé, eso pienso yo… 

* Humor, bienestar y métodos experimentales en el laboratorio y observatorio de lo cómico de la UNAB. Nunca he entendido por qué la bombilla del mate es de metal si conduce el calor y quema. Por otro lado, el té está sobrevalorado y me complican las palabras en las que su diminutivo es más largo que la palabra misma. Por ende, el café. Mi Twitter es @docpayaso

Las citas:

  1.  Mendiburo-Seguel, A., Páez, D. y Martínez-Zelaya, G. (2018). Humor, cultura, personalidad y bienestar a nivel colectivo. En Benavides-Delgado, J. (Ed.) Psicología y filosofía del humor. Bogotá: Ediciones Universidad Cooperativa de Colombia.

  2. https://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2016/02/29/cadem-humor-politico-golpea-a-bachelet-y-apoyo-cae-a-20/

  3. Mendiburo-Seguel, A., Vargas, S., & Rubio, A. (2017). Exposure to political disparagement humor and its impact on trust in politicians: How long does it last?. Frontiers in Psychology8, 2236.

  4. Xenos, M. A., & Becker, A. B. (2009). Moments of Zen: Effects of The Daily Show on information seeking and political learning. Political Communication26(3), 317-332.

  5. Baumgartner, J., & Morris, J. S. (2006). The Daily Show effect: Candidate evaluations, efficacy, and American youth. American Politics Research34(3), 341-367.

  6. Mendiburo-Seguel, A., & Ford, T. E. (2019). The effect of disparagement humor on the acceptability of prejudice. Current Psychology, 1-12.

  7. Mendiburo‐Seguel, A., & Heintz, S. (2020). Who shows which kind of humor? Exploring sociodemographic differences in eight comic styles in a large Chilean sample. Scandinavian Journal of Psychology.

  8. Ford, T. E., Buie, H. S., Mason, S. D., Olah, A. R., Breeden, C. J., & Ferguson, M. A. (2020). Diminished self-concept and social exclusion: Disparagement humor from the target’s perspective. Self and Identity, 19(6), 698-718.