Desde el comienzo de la Humanidad, cuando los hechos superan nuestro entendimiento, se han llenado esos vacíos con mitología, religión y pseudociencia. Si hay una creencia que es parte del folclor mundial, es la de la existencia de los fantasmas. Y todo tenemos historias que contar para noches de terror. Sin embargo, hasta el día de hoy, no existe evidencia científica que apoye la existencia de fantasmas.
Antes de continuar, aclaremos un par de ideas: 1) la ciencia se basa en la comprobación empírica de hechos, y 2) no se pueden probar negativos, es decir, no se puede probar la “no existencia” de los fantasmas, en este caso, solo se puede estudiar si existen y llegar a una conclusión lo más acabada posible, siempre disponible a ser revisada en base a nueva evidencia.
En 2017, la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (Conicyt) realizó la primera Encuesta Nacional de Percepción Social de la Ciencia y Tecnología. En ella se reportó que un 50.5% de los encuestados (de un total de 7.673 chilenos mayores de 15 años pertenecientes a zonas rurales y urbanas) creen en la existencia de espíritus [1]. Es por eso que queremos presentar qué dice la ciencia sobre la existencia de los fantasmas.
Sabemos que los fantasmas no son entes materiales, porque no podemos verlos, tocarlos o interactuar directamente con ellos. Por lo tanto, deberían existir en un estado energético. La ciencia que estudia la energía, es la termodinámica.
La Primera Ley de la Termodinámica, más conocida como la ley de conservación de materia y energía, dice que la energía no puede ser creada ni destruida, solo puede cambiar de forma. Por ejemplo, puede cambiar de energía lumínica a energía térmica, y luego a energía química. Esta ley se ha intentado usar como un argumento a favor de la existencia de fantasmas, después de todo, ¿dónde se va esa energía al morir? Pero la realidad es que para aceptar la existencia de fantasmas también hay que aceptar romper las 4 leyes de la termodinámica (incluyendo la ley cero), que han sido comprobadas numerosas veces.
La segunda ley de la Termodinámica, conocida como la ley de la entropía, nos dice que en cada proceso, hay una pérdida irreversible de energía. Es decir, que el traspaso de energía tiene una direccionalidad neta y que tiende a aumentar la entropía del sistema con el tiempo (esto explicaría por qué el tiempo es lineal y en dirección pasado-futuro). Entonces, si la energía de un sistema, siempre tiende a la escapar del sistema (segunda ley de la termodinámica), entonces el fantasma no podría permanecer como tal por un largo periodo de tiempo.
Pero, ¿qué pasa al morir?, por ahora lo que sabemos que ocurre es lo siguiente: la energía térmica del cuerpo es conducida a la materia que lo rodea y la energía química se dispersa a medida que el cuerpo se descompone. Esta energía es utilizada por bacterias que ayudan a la descomposición del cuerpo. Y así es como la primera ley de la termodinámica se mantiene intacta, la energía y la materia cambian de forma.
Si bien es cierto que esta es una visión mucho menos reconfortante respecto a la muerte, los dejamos con una cita reconfortante:
“El mundo es tan exquisito, posee tanto amor y tal hondura moral, que no hay motivo para engañarnos con bellas historias respaldadas por escasas evidencias. Me parece mucho mejor mirar cara a cara la Muerte en nuestra vulnerabilidad y agradecer cada día las oportunidades breves y magníficas que brinda la vida” [2] – Carl Sagan.
Referencias:
[1] (http://www.conicyt.cl/wp-content/uploads/2014/07/resumen-ejecutivo-encuesta-nacional-de-percepcion-social_web.pdf)
[2] Miles de millones (Billions and Billions: Thoughts on Life and Death at the Brink of the Millennium), capítulo 19, Carl Sagan, Penguin Random House Grupo Editorial, 1997.