Hablar de homosexualidad aún tiene la cualidad de generar controversia, a pesar de que definitivamente no es un tema nuevo. Si bien el término como tal fue acuñado recién a finales del siglo XIX, existen registros de relatos en torno al comportamiento homosexual que datan de hace más de 14 siglos, en la antigua Grecia1. Estas primeras reflexiones se centraron en el estatus y el rol de los hombres libres homosexuales, los cuales eran muy criticados (no así las mujeres y los esclavos, ya que no se consideraban importantes). Más adelante, de la mano del avance del cristianismo por Europa, la concepción de lo inmoral estuvo más centrada en el sexo prematrimonial y luego en la práctica de la sodomía (sin importar el sexo de los individuos), la cual se castigaba con la muerte. Posteriormente, el único acto sexual permitido era el que ocurría dentro del matrimonio2.
Curiosamente, entre los siglos XII y XIV, comenzó a aparecer con fuerza en la Iglesia Católica, el concepto de “natural” como sinónimo de moral, con lo cual se prohibió y castigó no solo el sexo homosexual, sino también el sexo extramarital, el sexo sin procreación dentro del matrimonio y, a veces, la masturbación. La procreación en el matrimonio pasó a ser un fin en sí mismo, y el único acto sexual ―y moral― permitido era la penetración vaginal. Esta visión fomentó posteriormente el desarrollo de una línea fuertemente influyente en Occidente: la de la “ley natural”3.
Mi intención aquí no es hacer historia de la homosexualidad, ni sobre las discusiones morales y filosóficas de ella, sino centrarme en el mal uso que hacen algunos de la biología como sustento para argumentar en contra de ella.
Empecemos: ¿existen actos homosexuales en los otros animales que viven en forma “natural”? Sí, absolutamente. Existen miles de casos documentados, basados en observaciones de campo, de diversos géneros y especies animales que exhiben un rango amplio de conductas homosexuales. Desde observaciones de encuentros sexuales casuales (aislados), ya sea de animales adultos o juveniles, hasta comportamientos mucho más complejos, como la crianza conjunta de crías por parte de una pareja de animales del mismo sexo, e incluso casos de “travestismo” en peces, dependiendo de la proporción de machos y hembras dentro del grupo (lo que se denomina sex ratio)4,5. La homosexualidad no es, en absoluto, “antinatura”.
A mí parecer, el hecho de ocupar la biología (además del contexto ecológico y evolutivo) de otros animales como sustento de lo que es natural, y por ende “moral”, para extrapolarlo a nuestra especie, además de no tener sustento biológico, es un ejercicio vacío. Por varias razones.
La primera, es que se debe diferenciar lo que es un acto homosexual de la homosexualidad, ya que la ocurrencia de la primera no siempre conlleva a la segunda: un acto homosexual puede ser un hecho aislado, pero la homosexualidad es una orientación, algo más permanente, la cual puede o no ser reflejo del comportamiento sexual de las personas. Dicho de otro modo: una persona podría haber tenido un encuentro (o acto) homosexual en su vida, pero no identificarse como homosexual, o nunca haber tenido un acto homosexual, pero sí identificarse como homosexual. Además, existe un complejo proceso de identificación individual de por medio, por lo cual es debatible que en individuos de otras especies animales haya un razonamiento respecto a su propia identidad sexual.
En segundo lugar, los animales no tienen estándares ni construcciones morales para sus actos: no se rigen bajo un sistema ético, por lo cual las conductas vistas en el reino animal (parricidio, infanticidio, violaciones, necrofilia, incesto, etc.) no pueden ser catalogadas de “morales” o “inmorales”.
Tercero, si ocupáramos el comportamiento animal como base moral de nuestro comportamiento, ¿el de cuáles animales en particular elegiríamos, y por qué? ¿Por qué no aceptamos, entonces, todo el abanico de conductas? La cantidad de comportamientos en torno a la reproducción, elección y mantención de pareja, sistemas de apareamientos y otros es tan rica y diversa, que habría muchas conductas que incluso nos parecerían aberrantes y nada de “buenas” para nuestra especie.
Ejemplos en la naturaleza
En algunas aves, cuando la hembra vuelve al nido, el macho le revisa y le picotea la cloaca para sacar el semen de otros machos, además de vigilarla durante el período reproductivo6. En algunos insectos, los machos penetran en el abdomen a hembras y a veces a otros machos (lo que se denomina “inseminación traumática”) para que éstos, cuando copulen, eyaculen su esperma7,8. También tenemos los conocidos casos de infanticidio, cuando un macho da muerte a las crías del macho previo, para así provocar que la hembra vuelva a entrar en celo; o los casos de hembras que dan muerte a los machos después de la cópula (canibalismo sexual)9. Pero también están aquellos animales que nunca se reproducen, pero ayudan en la crianza de sus parientes10. Finalmente, podríamos mencionar innumerables sistemas de apareamiento entre animales polígamos, monógamos seriados, monógamos sociales, promiscuos, y una infinidad de puntos intermedios entre ellos.
Nuestra especie es la que, a lo largo de la historia, ha construido bases valóricas y morales en torno al comportamiento, de la mano de leyes que las regulan y/o castigan. Es por esto que ocupar como referencia moral a otras especies que no poseen una estructura valórica que sustente y controle sus comportamientos es fútil. Lo que sí podemos hacer es seguir estudiando, contemplando y admirando la espectacular y hermosa diversidad en el reino animal, Homo sapiens incluido.
Valeska Cid Jofré
Profesora de Biología mención Ciencias Naturales – UMCE
Magíster en Ciencias Biológicas – U de Chile
Doctora en Ciencias mención Neurociencias – U de Valparaíso
Las referencias utilizadas aquí:
- The Guardian. (2007). Mad about the boy.
- Stanford Encyclopedia of Philosophy. (2020). Homosexuality.
- Boswell, J. (2005).
Christianity, social tolerance, and homosexuality: gay people in Western Europe from the beginning of the Christian era to the fourteenth century Chicago: University of Chicago Press, 8th Edition.
- Bagemihl, B. (2000).
Biological exuberance: Animal homosexuality and natural diversity., St. Martin’s Press, New York, 2000.
- Roughgarden, J. (2004).
Evolution’s Rainbow: Diversity, Gender, and Sexuality in Nature and People University of California Press.
- Møller AP, Ninni P. (1998).
Sperm competition and sexual selection—a meta-analysis of paternity studies of birds, Behav Ecol Sociobiol, Vol. 43, pp. 345-358.
- Sun, C. (2011). Violent Mating: Traumatic Insemination in Bed Bugs and other Cimicids.
- Peinert, M., Wipfler, B., Jetschke, G., Kleinteich, T., Gorb, S. N., Beutel, R. G., & Pohl, H. (2016).
Traumatic insemination and female counter-adaptation in Strepsiptera (Insecta). Scientific Reports, 6(1), 1-10.
- Suttle, K. M. (1999). The Evolution of Sexual Cannibalism.
- Skutch, A. (1961).
Helpers among Birds. The Condor, 63(3), 198-226.
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