En alerta sanitaria: el desafío de la interculturalidad

A la hora de implementar medidas que controlen la  pandemia, debemos tener en consideración que nuestra sociedad se construye a partir de la diversidad y, por ende, la autoridad sanitaria debe considerarla a la hora de conformar espacios de diálogos estratégicos para delinear la ruta a seguir en el combate de la epidemia.

La pandemia del COVID-19 nos enfrenta a una crisis sanitaria global, experimentada en nuestro país en base a concepciones de los procesos de salud/enfermedad/atención que son propios de nuestra realidad local, a lo cual hemos ido sumando, en las últimas semanas, aprendizajes de países que han sido brutalmente golpeados por este virus durante el último mes. 

Como mecanismo para responder a esta pandemia la autoridad sanitaria ha desplegado, a nivel nacional, una serie de estrategias que buscan principalmente frenar contagios, a partir de evidencia proporcionada tanto por la epidemiología de esta enfermedad como por los efectos que las medidas de aislamiento social puedan tener en diversos ámbitos de la salud de la población (por ejemplo, salud mental), además de las consecuencias sociales y económicas para país.

Las estrategias adoptadas a la fecha parecen razonables y concuerdan con aquellas adoptadas por la mayoría de los países a nivel mundial. No obstante, no debemos olvidar que nuestra sociedad se construye a partir de la diversidad y, por ende, la autoridad sanitaria debe considerarla a la hora de conformar espacios de diálogos estratégicos para delinear la ruta a seguir en el combate de la epidemia. Si no lo hacemos, caemos en el riesgo de reproducir la mirada tradicional de la biomedicina, la cual tiende a ignorar el rol que cumple lo social y lo cultural en nuestros comportamientos en salud. 

Las consecuencias de esto son varias, entre ellas el que diversos sectores de la población no compartan los supuestos establecidos por la autoridad sanitaria y, por ende, su actuar se adecúe más a principios colectivos (por ejemplo, derivados de sistemas de creencias) que a aquellos que la norma establece

Diversas disciplinas que integran la salud y las ciencias sociales (salud pública, epidemiología social, antropología de la salud, entre otras) nos abren a este campo de reflexión, entregándonos herramientas conceptuales y metodológicas que nos permitan acercarnos a los múltiples significados que los grupos humanos otorgan a los procesos de salud/enfermedad/atención y, desde una mirada crítica, cuestionar algunas construcciones del discurso biomédico. 

Desde esta vereda nos urge preguntarnos ¿qué significados están otorgando nuestros pueblos originarios a esta pandemia, y qué prácticas están desplegando a partir de dichos significados?, ¿cómo experimentan estos momentos de catástrofe sanitaria la población migrante internacional asentada en nuestro país?, ¿por qué se dice que en algunos sectores la población joven es resistente frente a las medidas de cuarentena?, ¿por qué algunos credos religiosos se continúan congregando a pesar de las advertencias de las autoridades de evitar las aglomeraciones?

Para esto, invitamos a la comunidad científica y a tomadores de decisiones sanitarias y sociales a incorporar dentro de la discusión respecto a las medidas adoptadas frente al COVID-19 la perspectiva de interculturalidad en salud.

Este concepto hace referencia a un conjunto de acciones y políticas que tienden tanto a visibilizar e incorporar la cultura del usuario en el proceso de atención de salud, como a generar una comunicación y diálogo entre personas pertenecientes a distintas culturas (Alarcón, Vidal y Neira 2003). Es, como dicen Martínez y Larrea (2010), una propuesta por relacionar, de manera armónica y humana, los sistemas biomédicos y tradicionales, que en la práctica la población utiliza. 

En los diferentes países de América Latina, al igual que en Chile, la interculturalidad en salud ha sido un modelo de acción focalizado principalmente en el reconocimiento y valoración de los sistemas médicos propios de los pueblos originarios, y la generación de estrategias que articulen dichos sistemas con los sistemas de salud oficiales de los países de la región.

En los escenarios sociales actuales surge la necesidad de ampliar el ejercicio de la salud intercultural al reconocimiento de la alteridad, es decir, del otro con sus distintos intereses, costumbres o tradiciones. 

Esto debe hacerse no solo desde lo étnico, sino desde dimensiones adicionales como son el estatus migratorio (ser migrante internacional versus local), la diversidad de género y sexual, socioeconómica, intergeneracional, entre muchas otras, entendiendo al “otro” y a nosotros como un todo, dignos de ejercer nuestros derechos en salud desde nuestras particularidades, y valorando la diversidad como riqueza potencial para la salud de nuestra sociedad en su conjunto. 

Hoy, el manejo efectivo de pandemias exige enfoques avanzados y comprensivos de sociedades modernas, complejas, dinámicas y diversas. La interculturalidad en salud –desde una perspectiva amplia e inclusiva de la misma– es una propuesta que puede servir para incorporar a todos y todas en las estrategias necesarias para superar la crisis del COVID-19, y para sentar las bases para una salud colectiva que entienda y atienda las diferentes concepciones en torno al cuerpo, la salud y la enfermedad que conviven en nuestro territorio. 

Chile, un país rico en diversidad social y cultural, tiene la oportunidad de tomar este complejo entramado social para crear soluciones y acciones estratégicas en salud que vayan más allá de lo convencional, y sepan integrar las distintas miradas, prácticas y entendimientos que van surgiendo cuando una sociedad completa enfrenta una pandemia. 

Autores:

Alexandra Obach, PhD. Baltica Cabieses, PhD

Edición: Mauricio Aspé, Paz Santander.

Referencias:

  • Alarcón AM, Vidal A, Neira J. Salud intercultural: elementos para la construcción de sus bases conceptuales. Rev Méd Chile 2003; 131: 1061-1065.
  • Martínez M, Larrea C. Antropología social, desarrollo y cooperación internacional. Editorial UOC, Barcelona; 2010.