A los cinco años, si se le pregunta a niños y a niñas sobre personas inteligentes el tema del género no ocupa lugar. Sin embargo, a partir de los siete años ellas comienzan a sentir que las personas inteligentes no son de su género.
Así es más o menos el resumen de una investigación hecha por la revista Science en el que se plantea una intensa pregunta: ¿Cuántas de estas erróneas imágenes tempranas pueden alejar a las niñas de carreras de ciencias o ingenierías?
Un estudio publicado en la revista inglesa Nature, especializada en temas de ciencia, sostenía que científicos hombres, en particular aquellos en posiciones de poder en la academia, no estaban de acuerdo con cifras que demostraban las desventajas de ser mujer en el ámbito científico estadounidense.
La reacción es casi como una profecía autocumplida, ya que hace más complejo el reconocimiento del sesgo, en un campo dominado -precisamente- por los hombres.
Un punto llamativo en el análisis de la publicación estadounidense Science, es que las notas en el colegio no son consideradas como un antecedente a la hora del “análisis”, pues tanto ellos como ellas asumen que las mujeres tienen mejores calificaciones educacionales, pero -en una mirada errónea- eso no forma parte de lo que comúnmente se entiende por “persona inteligente”.
La publicación hace hincapié en que dicho sesgo dificulta aún más el hecho de que las niñas puedan relacionar “inteligencia” con “género”.
Otro estudio realizado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) -dado a conocer este año- señala que “la probabilidad de que las mujeres estudiantes terminen una licenciatura, una maestría o un doctorado en alguna materia relacionada con ciencia es del 18%, 8% y 2%, respectivamente; mientras que la probabilidad para los estudiantes masculinos es del 37%, 18% y 6%”.
Claramente, la desigualdad de género en temas científicos y tecnológicos se transforma en importante desafío que los países deben enfrentar y solucionar.
Foto principal: Universidad de Chile.