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La investigación contribuye al bienestar del país y sus habitantes

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Carolina Gainza*. Este artículo se trabajó junto a periodistas, científicas y científicos de diversas disciplinas en el marco del Taller Malón de CHC.

¿Qué se imagina usted cuando se habla de ciencia? ¿Una persona de delantal blanco con un microscopio en un laboratorio? ¿No es eso lo que vemos una y otra vez en las imágenes que circulan sobre la generación de conocimiento? Las representaciones y el lenguaje son poderosos e influyen en nuestras formas de pensar y mirar el mundo. Las ciencias -sí, en plural- no deberían ser reducidas a ciertas prácticas dentro de ellas. Este imaginario invisibiliza otros saberes y su aporte a la sociedad, como el que se genera desde la investigación en Humanidades y Artes. Deberíamos reflexionar sobre qué está siendo invisibilizado en estos imaginarios y representaciones sobre la generación de saberes. En un momento en que todo está cambiando, mi manifiesto apela a la necesidad de modificar estas visiones y pensar el rol de la investigación desde el aporte de las distintas áreas del conocimiento.  

Los dos últimos fenómenos que hemos vivido como país, el Estallido Social del 18-O y la pandemia del COVID-19, han afectado las preguntas que nos hacemos respecto al rol de la investigación y la generación de saber. Evidenciando la importancia de las otras dimensiones de la condición humana -lo social, lo político y lo cultural- por sobre el foco exclusivo en lo económico. 

En este contexto es importante reflexionar sobre el lugar del conocimiento en la Constitución, especialmente si nos interesa defender que la investigación es un elemento que contribuye al bienestar del país y sus habitantes. Me gustaría abordar tres aspectos que conciernen al debate constituyente y que se vinculan al rol que cumple la investigación en las diversas áreas del saber. Pondré especial énfasis en las Artes, Humanidades y Ciencias Sociales, generalmente considerados prescindibles pero que tanto el Estallido Social como la pandemia nos han demostrado la imperiosa necesidad de que sean incorporadas en los debates sobre los aspectos sociales, culturales y políticos de estas crisis, y en consecuencia, en la discusión constitucional. 

La Constitución como garante del acceso al saber

El primer aspecto se relaciona con el derecho al acceso al conocimiento. El artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos expresa que “Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”. Desde todas las áreas deberíamos empujar que la Constitución garantice este derecho y fomente una discusión en el proceso constituyente, sobre cómo debería hacerse efectivo. 

Al respecto, desde la Asociación de Investigadores en Artes y Humanidades, a la cual pertenezco, se envió una carta en mayo del 2019 al Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (MinCTCI) la cual establecía la necesidad de fomentar el acceso abierto al saber generado desde la investigación nacional. Un ejemplo de la importancia de este tema son las trabas que hemos observado para acceder a estudios que se encuentran atrapados en revistas de pago y que son importantes para el debate en torno a la Pandemia y las medidas a tomar, lo cual repercute en la toma de decisiones que afectan a toda la población. Una forma de garantizar este derecho puede ser a través de políticas de acceso abierto impulsadas desde el Ministerio, que permitan a toda la comunidad no sólo acceder a estos saberes, sino que también participar de su generación. 

Si bien la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) impulsó una consulta abierta sobre acceso abierto, se requiere que el proceso sea participativo y que incluya a actores diversos. Los Estados deberían promover políticas públicas que garanticen que la investigación financiada con fondos públicos quede a disposición tanto de investigadores como del país, para impulsar un desarrollo multidimensional, no reducido solamente al crecimiento económico. 

La Cultura es un Derecho Humano

El Derecho a la Cultura es el segundo aspecto que no puede faltar en el debate constituyente. Diversos organismos internacionales han reconocido la importancia de la dimensión cultural para garantizar el acceso a la vida democrática y la participación ciudadana. La UNESCO, en su Declaración de Derechos Culturales, establece nueve puntos: tener una identidad cultural que nos represente; acceder al patrimonio cultural; participar en la vida cultural de una comunidad; decidir sobre el habla, la lengua o idioma; acceder sin fronteras a la actividad cultural; recibir educación; respeto por la autoría y la creación; acceder a la información; y el reconocimiento y consideración de la opinión en la definición de las políticas sociales y culturales. 

Los investigadores de las Artes, Humanidades y Ciencias Sociales colaboramos con nuestras investigaciones no sólo en la documentación que permite entregar evidencia respecto a la necesidad de garantizar estos derechos, o servir de puente entre la institucionalidad y las comunidades, sino que también con preguntas y análisis críticos que permiten dar cuenta de diversas perspectivas, debates y narrativas que aportan en la identificación de nuestras particularidades culturales, así como también de nuestra diversidad cultural. Es por esto que en el último tiempo varias organizaciones hemos trabajado en generar propuestas que permitan, desde las distintas áreas del conocimiento, promover el debate y que estos derechos no sólo sean incluidos en la Constitución sino que existan garantías de su cumplimiento. 

Un tercer elemento fundamental es fomentar el pensamiento crítico y la participación democrática. Esto está estrechamente vinculado con los dos puntos anteriores. La investigación en Artes, Humanidades y Ciencias Sociales genera conocimientos que aportan con insumos para el desarrollo de políticas públicas que fomentan la participación en la vida cultural y social. Mientras que el pensamiento crítico se relaciona con la posibilidad de que las personas sean capaces de evaluar las distintas realidades que enfrentan, cuestionar y reflexionar sobre sus condiciones de existencia, con el objetivo de convertirse en sujetos activos en la conducción de sus comunidades y países, y ser capaces, además, de imaginar más allá de lo posible. Esto último es relevante, porque nos saca del lugar de “consumidores” es decir, habitantes pasivos de un contexto que pareciera ser imposible de transformar. 

Debate Constituyente Diverso 

Si algo aprendimos durante el Estallido Social es la fuerza que tenemos para modificar lo existente, aquello que se nos presenta como dado. En este contexto, el debate constituyente debe procurar la participación inclusiva de todos los habitantes del país en la vida democrática, lo cual supone reconocer su diversidad. Lo anterior, que tiene que ver con promover una cultura participativa, se relaciona íntimamente con la reducción de brechas en el acceso al conocimiento, educación y cultura; incluso, con identificar la alfabetización tecnológica como un derecho garantizado en la Constitución.

Creo que estos son tres ejes en los que podemos aportar. La Constitución debería garantizar que, junto con los derechos económicos, se consideren y garanticen los derechos sociales, culturales y políticos de la ciudadanía. El Estallido Social empujó fuertemente este debate. Las Artes, Las Humanidades y Las Ciencias Sociales, consideradas generalmente áreas “poco útiles” -cada cierto tiempo aparecen declaraciones que proponen que no se debería invertir en ellas-, caricaturizadas como espacios de coloquios intelectuales sin ninguna utilidad práctica, han demostrado ser absolutamente necesarias para comprender las raíces del descontento y las desigualdades presentes en el país, así como para reflexionar sobre la construcción de significados y sentidos compartidos. 

Hoy enfrentamos nuevos desafíos en el contexto de la pandemia, donde han primado perspectivas que ponen acento en aspectos biomédicos, económicos o procesamiento de datos, lo cual olvida que la vida humana no se reduce a su manifestación biológica, económica o a estadísticas, sino que también somos seres sociales, culturales y políticos. Pero veámoslo desde el lado amable: las crisis que hemos vivido son una oportunidad política, donde se juega la pregunta, en el proceso constituyente, por qué tipo de sociedad queremos habitar. En este contexto, el rol de la investigación en Chile se vincula a su relevancia para aportar al cambio social. Y esto sólo se abordará de forma integral si somos capaces de pensar desde perspectivas transdisciplinarias, multiculturales y diversas. Mi manifiesto, entonces, clama por un mundo donde predominen los cruces y las colaboraciones, y no los binarismos que en el mundo de la investigación se reproducen en la primacía de las ciencias por sobre otras formas de conocer. Los desafíos que la Humanidad enfrenta hoy son demasiado complejos como para reducirlos a una sola mirada.

* Académica de la Escuela de Literatura Creativa y directora del Laboratorio Digital de la Universidad Diego Portales. Amante del canto y el baile, en música no tengo placeres culpables. Soy fanática de Matrix, película a la que debo mi interés en la cultura digital. Tengo dos hijes, de 15 y 23 años, dos perritas, Faf y Chupilca, y una Alexa. Mi twitter es
@cgainzade.

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