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Humanos vs bestias: ¿estamos “entre” o “por sobre” los otros animales

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Cada cierto tiempo se descubre o reinterpreta algún comportamiento llamativo en alguna especie animal: el pulpo que “predice” resultados en el mundial de fútbol, las cacatúas que bailan al ritmo de la música o los perros que pueden resolver cálculos matemáticos sencillos en programas de televisión.

Esto a veces viene acompañado del cuestionamiento sobre nuestra posición como especie en la “escala o escalera” evolutiva: ¿somos superiores a ―y, si es así, en qué grado de― el resto de los animales? (1).

No es coincidencia que gran parte de estos debates se centren en conductas ligadas a la reproducción sexual y a las capacidades o habilidades cognitivas. ¿A quién no podría resultarle interesante? Es bastante simple: si se demuestra que otros animales tienen la inteligencia y desarrollo cognitivo mínimo suficiente para construir e interpretar un tipo de lenguaje, ¿no es el lenguaje la capacidad última que nos separaba o distinguía del resto de las bestias? ¿no es el lenguaje lo que nos hace humanos? (1,2).

La pregunta refleja inquietud mezclada con temor, inseguridad y aires de superioridad: la línea invisible que nos distingue y separa del resto de los animales parece desdibujarse.

En cuanto a nuestra perenne intención de compararnos y situarnos sobre un pedestal como especie superior podemos elaborar algunas preguntas como: ¿existe realmente un comportamiento o conducta que sea exclusiva de nuestra especie? Y, si no existe, ¿esto podría, eventualmente, redefinir nuestra posición y relación con el resto de las especies animales?

En primer lugar, el estudio de los animales en relación con sus comportamientos no es nuevo. Incluso antes del desarrollo del método científico tal como lo conocemos, ya hace siglos los primeros análisis llevados a cabo por pensadores, naturistas, filósofos y clérigos, de una u otra forma buscaban explicar e interpretar la anatomía y biología como también comportamientos observados en los animales que se conocían por esos años. Un gran número de bestiarios fueron escritos, traducidos y considerados textos académicos de la época. Podemos destacar famosos pensadores como Aristóteles, Conde de Buffon, Descartes entre otros. Por ejemplo, por años se intentó explicar el origen de los murciélagos: ¿son aves?, ¿cómo pueden volar si son prácticamente ciegos? ¿Cómo es posible que las anguilas puedan reproducirse, si nadie había observado que los ejemplares adultos tuviesen gónadas? ¿Cómo la naturaleza ha permitido la existencia y supervivencia de un animal en apariencia “flojo, lento e inútil” como el perezoso (el nombre dice mucho…)?

En segunda instancia, más allá de la plausibilidad de su existencia o de sus llamativas conductas, aparecen los variados comportamientos que se han asumido como exclusivos de nuestra especie.

Podemos mencionar algunos, como nuestra capacidad de comunicación, el pensamiento abstracto, la imaginación, la planificación a futuro, la toma de decisiones basadas en la experiencia previa, la resolución de problemas, la modificación de nuestro ambiente a voluntad, el proceso de enseñanza/aprendizaje, el traspaso de información relevante entre generaciones (i.e., la cultura), la sociabilidad, el duelo y la flexibilidad cognitiva, por nombrar algunos.

Como detalle puedo agregar que las primeras aproximaciones carecen de rigor científico básico (como lo son la reproducibilidad, la refutabilidad, el control de variables y tamaño muestral, entre otros). Sin embargo, sirvieron como base para las posteriores investigaciones. No obstante, si realizamos un análisis un poco más profundo e intentamos dejar de lado las interpretaciones antropocentristas y la carga moral-ética (¡que vaya que ha influenciado el estudio del comportamiento animal en el pasado!), podremos ver que somos muchos más parecidos a los animales de lo que creemos.

Como punto inicial me gustaría mencionar que para poder analizar e interpretar los comportamientos que compartimos o no con los otros animales, tenemos que intentar evitar los absolutismos, y que un comportamiento, conducta o habilidad puede existir en diferentes grados de complejidad y que son moldeables según el contexto evolutivo en el cual se han desarrollado y en el cual actualmente son observados.

Partamos con la modificación del ambiente

Tenemos algunos ejemplos variados y de diferente magnitud y complejidad. Nada más pensemos en los roedores, como ratones y ratas, que hacen nidos para cobijarse y esconderse, también para tener a sus crías, o ejemplos más cercanos y clásicos como los nidos de diferentes tamaños, formas y materiales que podemos observar gracias a las aves para tener un lugar para habitar.

De forma similar, animales tan diferentes como zorros, conejos, roedores y otros cavan madrigueras: de hecho, en el caso del Octodon degu, un roedor bien llamativo, se han detectado “ciudadelas” bajo tierra, donde hay varias madrigueras conectadas por pasillos y un habitáculo central (3).

Incluso, una especie de avispa (Sphex ichneumoneus), también cava túneles, donde es capaz de modificar su extensión y diseño en respuesta a modificaciones del terreno (4). Otro caso bastante conocido es el de los castores, las hormigas y la modificación de elementos o fabricación de herramientas para obtener alimento por parte de distintos primates (“sacarle punta” a un palo para alcanzar un fruto, mojar con saliva una rama, usar piedras para romper cáscaras, por ejemplo) (5).

Sabemos la importancia que tiene la identificación y distinción entre pares para nuestra especie. Gracias a diversos mecanismos y factores, podemos distinguir a extraños de conocidos y parientes, lo cual nos permite formar parejas, amistades, alianzas, grupos y enemigos. Esta capacidad también se ha observado y estudiado en otros animales. Por ejemplo, en el caso de las hormigas, se observado que los miembros de una colonia son capaces de distinguir a individuos de otra colonia basado en el patrón del olor de sus cuerpos, de hecho, son capaces de distinguir un número elevado de hidrocarburos de forma extremadamente refinada (6). En el caso de las abejas, algunos estudios han sugerido que incluso, estos insectos pueden reconocer y recordar rostros humanos (7).

También se ha sugerido que los delfines se ponen “nombres” y los usan para distinguirse entre ellos (8) ¿Por qué es relevante esta habilidad? Podemos mencionar que nos permite evitar el ingreso de intrusos a nuestros grupos, como también evitar el incesto, ya que este último aumentan la probabilidad de la aparición de genes recesivos asociados a enfermedades o alguna condición perniciosa (solo si consideramos las razones biológicas, dejando de lado las morales).

Personalmente, me llama mucho la atención la habilidad de comunicación y la complejidad en los niveles de sociabilidad que pueden observarse en otras especies animales. Podría nombrar el caso de la suricata (Suricata suricatta): este pequeño mamífero vive en grupos donde existen tanto machos como hembras alfa, los cuales ejercen dominancia social e incluso controlan las relaciones interpersonales dentro de su grupo (9).

En cuanto a la comunicación, hay algunos que se encargan de la vigilancia (llamados centinelas), los cuales patrullan el entorno y en caso de visualizar o detectar algún potencial depredador, emiten señales de alerta para avisarle al resto que deben tomar acción y esconderse (10).

Suricata suricatta

La relevancia de este comportamiento es obvia, pero me gustaría destacar lo compleja que es (quizás no a simple vista). Primero, debe existir una identificación, distinción y evaluación del riesgo por parte de la centinela, ya que la ejecución de esta alarma se desencadena cuando un tipo de animal en particular, y dentro de una distancia específica, es detectado por la suricata.

Segundo, debe existir una especie de código común (o lenguaje) donde tanto el que emite la alarma como quien la escucha la interpretan de igual forma: por lo tanto, existe una respuesta específica a un evento especifico.

Tercero, hay un proceso de enseñanza/aprendizaje, ya que las crías o animales neonatos no han estado expuestos ni a los posibles depredadores ni a estas señales de alerta, sin embargo, “aprenden” a reconocerlas y distinguirlas (podríamos discutir si este comportamiento es innato o aprendido y si es el resultado de una simple imitación o algo más complejo).  

Este comportamiento – “avisar o alertar” – se ha observado en otros animales, como el lagomorfo pika (Ochotona princeps – fuente de inspiración de Pikachu-) Estas vocalizaciones también pueden cumplir otras funciones o usarse en otros contextos como de apareamiento o rivalidades de jerarquía entre machos (11). Los mono capuchinos (Cebus capucinus) llevan la comunicación a otro nivel, donde expertos y expertas han sugerido que estos animales utilizan formas básicas de “gramática”. Esto es debido a que tienen un número variado de sonidos, y estos se mezclan y son usados en un orden específico, por lo cual, se aumenta tanto el número de mensajes como su complejidad (12). Por esta razón, ese mensaje ya no es un simple “¡hey, un depredador, corran!”, si no que podría ser algo más complicado, como un “¡hey, un depredador, arriba, derecha!”.

Hay ejemplos en animales de otros comportamientos más enredados y con características emotivas como lo son los ritos mortuorios o el duelo. Hay algunos casos más conocidos que otros para ejemplificar. El primero es el de una orca hembra quien acarreó por más de 2 semanas a su cría muerta. Sorpresivamente, este comportamiento apodado “el tour del lamento” se ha documentado antes en orcas, pero no por un período así de extenso (13). El segundo, es el de una chimpancé que intento limpiar los dientes de su hijo fallecido (¿sabía que estaba muerto?). También se ha documentado que los elefantes visitan los restos de familiares muertos, “acarician” los huesos y se balancean cerca de ellos, algo similar a una “vigilia”. Nuestros parientes primates han dado que hablar respecto a los conceptos de la vida y la muerte. Algunas observaciones de campo han mostrado como familiares directos y cercanos acicalan al recién fallecido, madres que acarrean sobre sus espaldas a sus crías muertas por días e incluso individuos que modifican sus conductas dejando de socializar y comer, perjudicando su salud (14).

En este punto aparecen las preguntas obvias: ¿estos animales entienden lo que significa la muerte? ¿Son capaces de percibir que un pariente ha fallecido? Estas preguntas, que caen de cajón, también nos llevan a otros cuestionamientos: si los animales son capaces de entender el concepto de muerte, ¿también son capaces de hacerlo con el concepto de vida?

Resolución de problemas

Por último: la resolución de problemas, planificación a futuro y flexibilidad cognitiva, probablemente, las habilidades que son muestras de un nivel de cómputo cerebral alto. Diversas pruebas de campo y laboratorio se han llevado a cabo a poner a prueba estas habilidades. Podría partir enunciado las pruebas más usadas en laboratorio con ratones y ratas, en donde se puede medir y observar la habilidad para encontrar comida o salidas en laberintos, aprender y seguir instrucciones basadas en señales acústicas o lumínicas (por lo general basadas en los principios del condicionamiento con o sin uso de recompensas o castigos) hasta pruebas más dificultosas, como rescatar a un compañero de una jaula moviendo perillas y abriendo una compuerta (15).

Virales se han vuelto videos donde aves como loros, urracas y cuervos que son capaces de resolver problemas en forma de puzles de alta dificultad, demostrando así una capacidad de flexibilidad cognitiva tremenda. Por ejemplo, en algunos casos estas aves son capaces de salir de un aprieto fabricando una herramienta específica para poder arrastrar, empujar o abrir algún cerrojo en el aparato de prueba.

Me quedan muchos más ejemplos en el tintero, pero es importante entender algunas cosas: la evolución no tiene un objetivo último o direccionalidad (somos lo que somos y hemos llegado a ser porque nos ha permitido sobrevivir, no porque haya una “meta evolutiva” o dirección en particular que seguir). El hecho de que haya animales que aparecieron mucho antes que nosotros, no significa que sean menos evolucionados (con el limitado abanico de comportamientos o habilidades, les ha bastado para sobrevivir y reproducirse), ni que seamos la cúspide de la evolución (otros son capaces de vivir en condiciones donde nosotros colapsaríamos en instantes).

Como cierre, me gustaría compartir un pequeño fragmento de “La Historia de la Sexualidad” del filósofo francés Michael Foucault: “La genealogía, por el contrario, no identifica ningún punto de partida fijo ni ningún significado rígido para la forma en que son las cosas. Cuando hablamos de la «genealogía» de algo, hablamos del camino tortuoso, a menudo aleatorio, que ha llevado a su estado actual (…), no hay un punto de partida fijo para la humanidad, ningún estado original al que podamos apuntar (…). La teoría de la evolución traza nuestra descendencia de los primates primitivos caracterizados por la aleatoriedad y la selección natural. No hay significado o propósito para la ruta que ha tomado nuestra evolución, y no hay un punto de partida fácilmente identificable o una esencia humana [énfasis agregado]” (16).

Valeska Cid Jofré, MSc., PhD
Profesora de Biología/Biology teacherAcerca de mí/About me

Referencias

1. https://plato.stanford.edu/entries/cognition-animal/
2. https://humanorigins.si.edu/human-characteristics
3. Colonnello, V., et al. (2011). Octodon degus. A useful animal model for social-affective neuroscience research: basic description of separation distress, social attachments and play. Neurosci & Biobehav Reviews, 35(9), 1854-1863.
4. Brockmann, H. (1980). The control of nest depth in a digger wasp (Sphex ichneumoneus L.). Ani Behav, 28(2), 426-445.
5. https://www.monkeysanctuary.co.za/blog/83-monkey-toolmakers-make-sharp-stone-flakes-and-smash-some-long-held-beliefs
6. https://www.eurekalert.org/news-releases/817551
7. Adrian G. et al. (2005). Honeybee (Apis mellifera) vision can discriminate between and recognise images of human faces. J Exp Biol; 208 (24): 4709–4714.
8. King, S. L., & Janik, V. M. (2013). Bottlenose dolphins can use learned vocal labels to address each other. PNAS, 110(32), 13216-13221.
9. Kutsukake, N. & Clutton-Brock, T. (2006). Social functions of allogrooming in cooperatively breeding meerkats. Ani Behav, 72(5), 1059-1068.
10. Rauber, R. & Manser, M. (2017). Discrete call types referring to predation risk enhance the efficiency of the meerkat sentinel system. Sci Rep 7, 44436.
11. https://acousticatlas.org/search.php?q=american+pika
12. Gros-Louis, J., et al. (2008) Vocal Repertoire of Cebus capucinus: Acoustic Structure, Context, and Usage. Int J Primatol 29, 641–670.
13. https://www.theguardian.com/environment/2020/sep/07/tahlequah-the-orca-famous-for-carrying-her-dead-calf-for-17-days-gives-birth-again
14. Anderson J. (2018). Chimpanzees and death. Phil. Trans. R. Soc.
15. Bartal, I. et al. (2011) Empathy and pro-‐social behavior in rats. Science, 334, 6061.
16. SparkNotes Editors. (2005). The History of Sexuality: An Introduction, Volume 1. Retrieved from https://www.sparknotes.com/philosophy/histofsex/section5/

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